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Marco Sanz

La emancipación de los cuerpos

  • ALEXANDRA CAICEDO RIOScompartió una citahace 6 meses
    eto se vuelve de hecho una especie de cápsula impenetrable, y esto porque, como ya lo hemos visto, algo en él continúa empeñado en determinado mundo físico e interhumano, tendido hacia su contexto pese a las deficiencias que la patología pueda estar acarreándole. Puedo, sí, renegar de mi cuerpo, enemistarme con él, y sin embargo continúa siendo el vector de mi facticidad. Porque un mundo impera siempre, aun cuando la enfermedad fuerce al sujeto a extrañarse de aquello que le parece más entrañable. Y esto es algo que podemos apreciar incluso en la angustia, que, a pesar de tener en la nada su factor desencadenante, no es más que un modo intensificado de experimentar «el inconveniente de haber nacido».
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    Ahora bien, si se admite que en la enfermedad el cuerpo rompe su pacto con el yo, volviéndose así extraño, ello no significa, empero, que haya dejado de actuar como vector de mi facticidad. Puede que la enfermedad objetive nuestro cuerpo en la medida en que dejamos de contar con él, en que se nos vuelve extraño, provocando asimismo que nos extrañemos del mundo, esto es, que nos separemos de él aislándonos[33]; pero hasta la más pequeña de las islas es bordeada por aguas cuyo infatigable oleaje hace que cualquier pedazo de tierra parezca respirar y estar vivo. Así, por mucho que hablemos de asilamiento, de que en la enfermedad el cuerpo se vuelve un foco de extrañeza, no podemos dar por sentado que el su
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    zar de buena salud a todo lo largo de nuestras vidas
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    Bajo esa óptica, la enfermedad encaja en la categoría de la extrañeza, por cuanto representa un estadio que atenta contra la expectativa de go
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    En ese sentido, los fenómenos disruptivos, tales como la angustia y la enfermedad, prueban que nuestra vida se mueve en una especie de ciclo que por lo regular desemboca en un esfuerzo por restituir el orden roto.
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    Aquello que en la enfermedad suele tornarse extraño es el cuerpo, pues ante la imposibilidad de darlo por descontado, uno es orillado a recorrer las líneas de ruptura con los regímenes de actividad afectados, para buscar casi al instante canales que eviten que la situación siga derramándose por las grietas.
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    cuerpo se interpone entre él y todos los aspectos de una vida normal, y puede hacerlo, es decir, puede interferir en su camino o trayectoria vital sólo porque el cuerpo es el poder detrás de todos sus actos, el lugar de todas sus funciones sensomotoras[27]. No obstante, puede ocurrir también que en su horizonte comiencen a dibujarse otras líneas de acción.

    En gran medida ello se debe a que la vida es un fenómeno multilateral, que husmea varios flancos a la vez
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    La enfermedad abre el reino de lo posible, esa otra dimensión que, según William James, es una «especie de tercer estado del ser, menos real que la existencia, más real que la no-existencia, un reino crepuscular, un estado híbrido, un limbo al cual y fuera del cual se hacen pasar de vez en cuando las realidades»
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    La enfermedad abre el reino de lo posible, esa otra dimensión que, según William James, es una «especie de tercer estado del ser, menos real que la existencia, más real que la no-existencia, un reino crepuscular, un estado híbrido, un limbo al cual y fuera del cual se hacen pasar de vez en cuando las realidades»[24].
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    En ese sentido, lo que ya no puede el enfermo no es subir las escaleras, ducharse o comer por sí solo, ir al trabajo o a la escuela, o refocilarse sin la ayuda de algún medicamento, etcétera. No: lo que el enfermo ya «no puede» es dar su cuerpo por descontado.
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