no hay ninguna: apofenia[73]. Por ejemplo, si usted lleva puestos sin querer los calzoncillos del revés y ese mismo día gana dinero con un boleto de lotería de los que se rascan, y a partir de entonces, no compra boletos de ese tipo en los estancos sin haberse puesto la ropa interior del revés antes de salir de casa por la mañana, usted está dejándose llevar por la apofenia. No hay posibilidad en el mundo de que la cara de los calzoncillos que esté en contacto directo con su piel en ese momento afecte al valor de un boleto de lotería, pero usted percibió ese patrón en un momento dado y ha decidido guiarse por él. Es algo parecido a lo que sucede cuando dos personalidades famosas fallecen de causas naturales o en accidentes con menos de un mes de diferencia: eso, por sí solo, puede ser simplemente una desafortunada tragedia, pero si, al fijarnos más detenidamente en la vida de esos dos individuos, descubrimos que ambos eran críticos con un determinado organismo político o con un gobierno y nos convencemos entonces de que han tenido que ser asesinados por ello, experimentaremos apofenia. Es muy probable que, en sus niveles más básicos, toda conspiración o superstición tenga como origen el hecho de que alguien construya una conexión de significado entre sucesos no relacionados entre sí.
No solo las personalidades paranoicas o suspicaces son proclives a ese fenómeno: cualquiera puede experimentarlo. Y es bastante fácil deducir cuál fue seguramente su origen.
El cerebro recibe un torrente constante de información variada a la que tiene que dar un sentido. El mundo que percibimos es el resultado de todo ese procesamiento de datos llevado