Libros
Julian Barnes

La única historia

  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Limitar los estragos. Se paró a pensar si siempre habría malinterpretado aquella imagen indeleble que lo había perseguido a lo largo de la vida: la de que estaba en una ventana del piso de arriba sujetando a Susan por las muñecas. Quizá lo que había sucedido no fue que le fallaron las fuerzas y la dejó caer. Quizá la verdad era que ella había tirado de él con su peso. Y él también había caído. Y se había lesionado gravemente en la caída.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Tal vez el amor no podía encerrarse en una definición; solo se podía encerrar en un relato.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Por ejemplo, había advertido durante su vida una diferencia entre los sexos a la hora de hablar de las relaciones. Cuando una pareja rompía, era más probable que la mujer dijera: «Todo iba bien hasta que sucedió x.» La x era un cambio de circunstancias o de ubicación, la llegada de otro hijo o, con demasiada frecuencia, la consabida –o no tan consabida– infidelidad. Lo más probable, por el contrario, era que el hombre dijese: «Me temo que todo fue mal desde el principio.» Y estaría refiriéndose a una incompatibilidad mutua, o a un matrimonio contraído bajo coacción, o al descubrimiento de un secreto no revelado por una o las dos partes. Así, ella estaba diciendo: «Fuimos felices hasta que», mientras que él decía: «Nunca fuimos realmente felices.»
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Si la estadística de la felicidad depende de una declaración personal, ¿cómo podemos estar seguros de que alguien es tan feliz como asegura serlo? ¿Y si no dice la verdad? No, tenemos que suponer que sí la dicen, o al menos que el sistema de comprobación tiene en cuenta la mentira. Por tanto, la auténtica cuestión subyace: suponiendo que las personas sondeadas por antropólogos y sociólogos son testigos fidedignos, ¿entonces «ser feliz» es lo mismo que «declararse feliz»?
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Lo que no le dijo a Joan –o no pudo decirle– fue su aterrador descubrimiento de que el amor, en virtud de un proceso implacable, casi químico, podía transformarse en compasión y cólera. La cólera no contra Susan, sino contra lo que, fuera lo que fuese, la había anulado. Pero cólera, al fin y al cabo. Y la ira en un hombre le asqueaba. De modo que ahora, además de esos dos sentimientos, tenía que lidiar también con el asco de sí mismo. Y eso formaba parte de su vergüenza.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Y para entonces ya había hecho el descubrimiento más aterrador de su vida, que probablemente proyectaría una sombra sobre todas sus relaciones posteriores: la constatación de que el amor, incluso el más ardiente y sincero, si se lo ataca de la forma apropiada, puede cristalizar en una mezcla de compasión y cólera. Su amor había desaparecido, se lo habían extirpado mes a mes, año tras año. Pero lo que le conmocionó fue que las emociones que lo sustituían eran igual de violentas que el amor que anteriormente anidaba en su corazón. Y por eso su vida y su corazón estaban tan agitados como antes, solo que Susan ya no era capaz de apaciguar su corazón. Y eso fue, finalmente, cuando tuvo que devolver a Susan.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Le parecía que la cólera nunca era solo eso. El amor, en sí mismo, era normalmente solo amor, aunque impeliese a algunos a comportarse de un modo que inducía a sospechar que ya no había amor y que quizá nunca lo había habido. Pero la cólera, sobre todo la que se investía de fariseísmo (y quizá todas lo hacían), era muchas veces una expresión de otra cosa: aburrimiento, desprecio, superioridad, fracaso, odio. O incluso de algo en apariencia trivial, como una irritada dependencia del sentido práctico femenino.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    sosteniendo, ella también lo sostenía a él. Y al final lo venció el agotamiento y la dejó caer. Y aunque cayó sobre una superficie acolchada, siguió siendo muy penoso porque Susan, como ella le había dicho una vez, tenía los huesos pesados.
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    Sin red de seguridad. Siempre que pensaba en ella había una imagen recurrente. Él la sujetaba por las muñecas por fuera de la ventana, sin poder izarla ni dejarla caer, la vida de ambos en angustiosa estasis hasta que ocurriera algo. ¿Y qué había ocurrido? Bueno, él había intentado organizar a la gente para que apilara colchones lo bastante altos para amortiguar la caída de Susan; o bien había llamado a los bomberos para que montasen una lona circular; o... Pero estaban unidos por las muñecas, como trapecistas: no solo él la estaba soste
  • Valentinacompartió una citael mes pasado
    No te reprochas nada; no experimentas culpa, ni ahora ni después. Nunca cuentas a nadie este episodio. Pero empiezas a preguntarte –no por primera vez en tu vida– si vale la pena sentir menos.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)