Solsticio de infarto

la amistad es un oficio amoroso que también sucede a primera

Estará escrito en alguna parte: quizá la eternidad no sea más que la contemplación ilimitada de la emoción más entrañable

más que un imprudente atrevimiento intento aquí confirmar que su presencia y sus párrafos son insustituibles

hoy sólo nos queda el latido de su ausencia

no me quiero ir porque aquí estoy

“siempre asegura que haya una salida diferente a la entrada por donde llegaste a dónde estás”

O peor aún: la prosa vuelta mariposa avergonzada en el silencio de las madrugadas por el propio bloqueo intimidatorio, espejo castrante que medra por goteo la autoestima y llega incluso a convencer a la tinta de que todo cuento es fútil… o inútil

Del otro lado, ya lo esperaba la eternidad: eso que llaman la región más transparente

pienso en el vado inexplicable con el que se me pudo haber escapado la muerte de Tabucchi, como quien no se entera al instante mismo de que sucedan los dolores que aquejan a los amigos de veras, como si pudiésemos aliviarlos antes de que pasen, adelantándonos al azar o destino como quien escribe el epitafio de un poeta que aún tiene varios versos que escribir antes de poder tallar en piedra la despedida que le deseamos

Al parecer el párrafo de cada día se lee con el espejo de quien intenta saber quién ha sido, y confirmar lo que definitivamente no será ya más, con esa ilusión renovable de soñarse exactamente como puede ser uno dentro de un lustro más de vida y párrafos.