Deseaba oír en esos sonidos un eco de sus pensamientos, ya fuese jugando con los sentidos de la palabra espíritu, ya fuese traduciendo el llanto de los chacales a la lengua del lamento de los zorros, que es una alegoría de la destrucción de los reinos antiguos, y también de la locura y de la muerte. Pero los sonidos de la noche aquí, en nuestro kibutz situado entre montañas y valles tortuosos, son más fuertes que todas las alegorías y lo arrasan todo, y revolotean por encima de ti y las palabras se pierden