bookmate game
Paula Gallego

La princesa de invierno

Avisarme cuando se agregue el libro
Para leer este libro carga un archivo EPUB o FB2 en Bookmate. ¿Cómo puedo cargar un libro?
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Que las estrellas cuiden vuestros sueños,

    Paula.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    En mí, no obstante, tienen un efecto amargo, porque en ese instante, con nuestra realidad pendiendo de un hilo quebradizo, el fuego a nuestras puertas y el aliento de la aniquilación en la nuca, comprendo que voy a romperle el corazón a la princesa Elara de Larisia.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    —Allá donde vayas, te escribiré —le prometo.

    Ella asiente con pesar. Los dos permanecemos inmóviles, sin dar un solo paso, sin tomar de las manos al otro.

    —Cuando me respondas —le digo, llevado por un impulso, un atajo doloroso—, hazlo con dos sobres. Yo también lo haré así. Una carta la habrá escrito el rey, la otra la habré escrito yo.

    Elara, por fin, da un paso adelante y alza la mano para acariciar mi rostro.

    Tengo que cerrar los ojos e incluso así contener la emoción es difícil.

    —Esperaré las cartas del rey con impaciencia, pero las tuyas las esperaré con anhelo —responde.

    Y así, sin nada más que decir, sin que ninguno de los dos se preocupe por si alguien nos está mirando, rodea mi cuello con los brazos y la atraigo hacia mí antes de fundirnos en un último beso que nunca había sabido tan amargo.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Todavía desaliñado y a medio vestir, rodea la cama, se acerca al borde y me apresa las mejillas para estamparme un beso que me desarma.

    —Y estabas muy guapa mientras dormías —añade contra mis labios.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Todos nos comportamos con normalidad hasta que alguien reconoce a los reyes y entonces tienen una excusa para que Elara se recueste contra su hombro, para que Soren le aparte un mechón de pelo de la cara.

    Cuando ocurre, miro a Amaltea y veo que ella está sonriendo con la misma expresión que tendría yo si pudiera obviar lo temerario que es esto. Al ver que la miro, arquea las cejas, como diciendo «ya te lo dije», y se ríe un poco.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Cuando siento que su mano se desliza sobre mi pecho, pierdo la cabeza.

    Podría estar buscando un abrazo, o podría estar dedicándome una caricia de consuelo y comprensión.

    Pero yo la beso.

    Tomo su rostro entre las manos y la beso con tanto anhelo que tengo que recordarme respirar.

    Cuando desliza sus brazos tras mi cuello y pega su cuerpo al mío, tengo confirmación suficiente de que ella desea esto tanto como yo. Pronto se recupera de la sorpresa, de la vehemencia incontrolada, y su boca empieza a tomar el control. Es exigente, hambrienta y dulce.

    Entre beso y beso a Elara se le escapa un gemido que seguramente le haya hecho sonrojarse y que a mí me desata por completo.

    La empujo contra la pared y de nuevo volvemos a enredarnos. Somos manos, caricias y besos fugaces dados con avidez.

    Estamos así una eternidad, un tiempo incierto en un instante en el que nada de lo que ocurre fuera importa.

    Continuamos comiéndonos a besos, sin que ninguno de los dos se atreva a moverse, hasta que el ritmo se vuelve más lento y perezoso, casi delicado.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Se me seca la garganta y tengo la sensación de que se me escapa un sollozo, de miedo, de dolor, de alivio.

    Sale por completo y sin ayuda antes de que llegue a él. Veo su rostro contraído por el esfuerzo, pero parece bien. Consigue levantarse y dar dos pasos hacia terreno sólido, hacia el hierbal.

    Yo cruzo los escombros por encima.

    Está más despeinado aún que antes y tiene la cara más sucia, pero a mí me parece más guapo que nunca, sus ojos más azules y ese anillo dorado alrededor de su iris mucho más brillante.

    No puedo evitarlo. Me lanzo hacia él. Rodeo su cuello con los brazos y hundo el rostro en el hueco de su cuello.

    El impacto es tan inesperado para él que cae hacia atrás. Los dos caemos al suelo y me entran ganas de reír, y de llorar, y de gritar. Una fuerza sin nombre late en mi pecho y antes de que pueda contenerla, antes de que pueda entender siquiera lo que ocurre, estoy besando a Soren.

    Lo estoy besando.

    Le doy un beso en los labios tan brusco, superficial y hambriento que no me reconozco en él y, cuando me encuentro, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, me aparto lentamente, todavía sobre él.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Soren mira a su alrededor, una y otra vez, mientras yo solo puedo mirarlo a él intentando comprender mis propias acciones.

    —No hay nadie observando —dice, desorientado.

    —No, no lo hay —confirmo, tan impactada como él.

    El rey me mira por fin a los ojos.

    —Me parece bien —declara.

    Sus dedos buscan mi mejilla y al instante me acerca a él y me besa. Siento que me derrito cuando tira un poco de mí, como si no tuviera suficiente, como si me necesitara más y más cerca. Me apresa entre sus brazos y descubro que es el lugar en el que más me apetece estar.

    Esta vez, el beso es mucho más lento, casi dubitativo. No puedo evitar recordar las palabras de Soren cuando afirmó que, a pesar de esos momentos delante de tanta gente, él todavía no me había besado de verdad.

    Era cierto.

    Este beso es… diferente a todos los niveles.

    Una cálida caricia se desliza en mi interior. Su boca se abre y me pide entrar y un instante después el beso se ha vuelto más imperioso, más voraz.

    Toma mi rostro entre las manos y yo enredo las mías en su cabello ondulado. Me deshago por completo cuando un sonido grave, a caballo entre un jadeo y un suspiro, escapa de su garganta. Y durante una eternidad que se me antoja un suspiro, me dejo arrastrar por estas aguas enfurecidas y permito que el fuego me consuma.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    Su boca sabe tal y como la recordaba, pero esta vez es diferente porque ninguno de los dos está robándole un beso al otro.

    No puedo dejar de tocarla. La rodeo con mis brazos y cojo sus mejillas mientras me repito que es real, que está pasando. Tengo que contenerme y recordarme dónde estamos, pero no me separo de ella, no todavía.

    Es Elara la que se aparta cuando escuchamos pasos que se acercan. Da un respingo hacia atrás y me mira como si estuviera conmocionada, como si nos hubieran pillado haciendo algo que no debíamos.

    Se me escapa una risa nerviosa y me paso una mano por el cabello mientras vuelvo a ponerme en pie y me aliso la ropa.

    Ella también se da cuenta de que a ojos de los demás esto es perfectamente normal y se relaja un poco. Sonríe y se pone en pie también para recibir a los soldados que llegan corriendo para asegurarse de que estamos bien.
  • Nayeli Cortéscompartió una citahace 2 años
    —¿Estás lista? —inquiere Soren.

    —¿Y si te digo que no?

    Él sonríe y me coge de la mano sin esperar mi permiso.

    —No pasa nada, porque yo tampoco lo estoy.

    Y, por sorprendente que parezca, esa confesión afloja un peso sobre mis hombros. Es una promesa de apoyo y comprensión.

    Le devuelvo un apretón muy suave
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)