Reforma protestante y tradición intelectual cristiana

libro como objeto material, y la biblioteca como centro de influencia, podría conducir de modo espontáneo nuestras miradas hacia Alejandría. Sin embargo, para el caso cristiano hay que dirigir la mirada más bien desde Alejandría a Cesarea, siguiendo el traslado de Orígenes de una ciudad a otra.

En Cesarea constituyó la más impresionante de las tempranas bibliotecas cristianas, y aquí también se innovó de modo significativo en la producción de libros. Aquí, Orígenes produjo la Hexapla, una presentación en columnas del texto bíblico en sus lenguas originales y diversas traducciones, tal vez el primer libro de la historia en adoptar un método tabular para mostrar sus contenidos y permitir la comparación entre ítems.

la universidad efectivamente logra cumplir con su papel de espacio muchas veces libre de presión. A la confesionalización que vive un territorio, a veces la acompaña la desconfesionalización interna de una universidad

La simple afirmación de tesis en sentido opuesto, sin que nada nos incline prima facie a conceder a ambas alguna plausibilidad, no constituye punto de arranque suficiente para una cuestión.

Antonie de la Faye, sucesor de Beza en la dirección de la Academia de Ginebra, nos permite ver cómo era evaluada la situación desde el corazón de las más importantes instituciones de la post-Reforma. En su prólogo a un conjunto de tesis presentadas bajo él y Beza, atiende en 1586 a lo que parece haber sido una preocupación común: el hecho de que las Iglesias reformadas siguieran no obstante manteniendo los hábitos de los disputadores escolásticos, a pesar de la responsabilidad que tantos les atribuían por la situación crítica a la que había llegado la Iglesia. Pero de la Faye responde simplemente apuntando a la inevitabilidad de la disputa en torno a la verdad, y a que «si para las cosas sagradas se requiere de un gran juicio, con tanta mayor piedad han de ser tratadas

David Bagchi ha además notado que para Lutero el antónimo de «escolástico» no es «bíblico» ni «humanista», sino «eclesiástico» (quiere hablar non scholastice sed ecclesiastice): a él le interesa hablar en conformidad con autoridades canónicamente reconocidas, y le parece que los escolásticos operan en eso con un criterio distinto.

el mismo Erasmo reconoce ir más allá. También la Biblia resulta ser algo demasiado complejo para la sencilla piedad que se busca promover, por lo que Erasmo pide que hombres sabios recopilen las enseñanzas fundamentales, lidiando con lo que debe ser creído en el menor número posible de artículos

hay, en cambio, quienes tras ver los riesgos se sitúan completamente fuera de ella, por ejemplo, planteando una oposición entre teología bíblica y teología sistemática. Bien podríamos tomar a Tomás de Aquino y Erasmo como exponentes de estas dos alternativas. Puede sonar extraño, pues Tomás de Aquino podría también representar la quintaesencia del proyecto escolástico, por lo que contarlo entre sus críticos no parece una decisión fácil de justificar. Pero el punto de la distinción entre crítica externa e interna es precisamente que desde el centro mismo de la teología escolástica se puede percibir los riesgos de la misma e intentar preservar el equilibrio, por decirlo así, entre trabajo científico y búsqueda de la sabiduría.

En cierto sentido, teología o filosofía «escolástica» significa, pues, lo mismo que teología o filosofía «académica»; y eso en un doble sentido: lo académico hace referencia a cierto contexto pedagógico en el que se produce un determinado tipo de literatura, y hace referencia al género de literatura que es. Es, con frecuencia, una literatura altamente especializada. Podemos decir que la literatura académica es una conversación, pero una conversación entre especialistas. Es esa conversación que encontramos en las revistas académicas de prestigio, por ejemplo. Todo el sistema de referencias a otros autores es, en sus mejores momentos, un modo de situarse dentro de la conversación, un modo de atender de la manera debida a lo que los principales participantes en una conversación han dicho, un modo de hacer que la conversación avance apoyándose en autoridades, disputando que algunos deban ser considerados autoridades, llegando mediante argumentos a establecerse el autor mismo como autoridad. La escolástica no es otra cosa que eso

La teología de los grandes sistemas escritos en los siglos XVI y XVII, tal como la teología de los maestros del siglo XIII, es de modo preeminente una teología de escuela. Es una teología diseñada para desarrollar un sistema a un elevado nivel técnico y en una manera extremadamente precisa, a través de la cuidadosa identificación de tópicos, división de estos tópicos según sus partes principales, definición de tales partes, y argumentación lógica y doctrinal respecto de estas divisiones y definiciones. Éste, por lo demás, es el sentido en que el término escolástica es usado por los escritores del siglo XVI cuando buscan describir su propia teología de tipo académico, técnico, disputativo, en cuanto distinguida de los otros géneros que cultivaban: catequético, bíblico-exegético, o simplemente didáctico o eclesial