Contó cómo la destrozó separarse de quien la había salvado de la locura igual que, en la callejuela, la salvó de la muerte aquel desconocido. Se despidieron con un juramento: seguir fieles, cada una y juntas, a aquella relación poética, totalmente poética, es decir: abierta a toda manifestación de una palabra sin mentira, una palabra sin traición de lo esencial, una palabra de valor en toda lucha aun cuando toda lucha acababa siempre en derrota.