Señoras ilustres

«[…] vive plenamente, vive apasionadamente, vive desastrosamente. Vivamos, tú y yo, como nadie nunca ha vivido antes»

Gran Hotel, Ninotchka o Anna Karenina son clásicos del cine y Garbo es la esencia de todas ellas, pero si tenéis que elegir solo una, que sea La reina Cristina de Suecia. L

«El primo de su chófer dijo una vez que lo era, aunque no hay constancia de sus palabras…» no es una fuente. «Está claro que había química entre ellas…» no es una fuente. «Todo el mundo sabe que…» definitivamente no es una fuente

la intersección entre el Hollywood clásico y las mujeres sáficas es un lugar poco amable para pararse a investigar.

Frida Kahlo no se puso el mundo por montera y dibujó y se echó amantes y se entequiló y reivindicó, para que yo tenga que leer en la segunda década del siglo XXI que se «sospecha» que fue bisexual. Es hora de que nosotros la dibujemos, la amemos y la reivindiquemos

Es como si Frida, el mito, se hubiese tragado a Frida, la mujer; como si su orientación sexual fuese un complemento acorde a su estatus de icono feminista y liberado que se repitiera hasta la náusea porque suena bien, porque es parte de la historia escrita en piedra de Frida Kahlo y poco más.

«Entre cientos de cuadros podrías reconocer uno mío», dijo una vez, y eso es indudablemente cierto.

Tamara es la dueña de esta historia, como protagonista y como narradora. Era dueña de su público, y su público era el mundo entero. Ella controlaba cada detalle del espectáculo en el que convirtió su vida. Fue una maestra del poder de la mirada propia y ajena

Tamara supo analizar la sociedad parisina con exactitud y darles lo que buscaban: no solo vendía su talento, sino también el personaje que encarnaba

si habéis conocido a Vita como parte de Vita-y-Virginia, recordad que su relación no es un todo, sino una invitación para saber más sobre dos caminos que se cruzaron.