Friend Aholic

Aprendí que uno de los secretos de la plenitud es comprender la amistad como círculos, capas o sistemas planetarios. Hay un puñado de confidentes más cercanos que habitan en nuestra órbita inmediata; un poco más lejos, están los amigos queridos, que ejercen una fuerza de gravedad menos frecuente sobre nosotros pero que, de todos modos, son necesarios para nuestra felicidad; luego, están esos allegados por los que sentimos cariño, cuyas trayectorias pueden cruzarse de vez en cuando con las nuestras y que ese encuentro signifique algo; y, aún más lejos, están las amistades de estrellas de Nietzsche, esos amores platónicos del pasado con los que ya no interactuamos, pero cuya impronta sigue presente en la galaxia que compartimos

Una sola persona no puede compartir los recuerdos que se forjaron entre dos. Así que nuestra experiencia de la vida en sí se apaga. Y, tal vez, la única manera de lidiar con eso es comprender la suerte que tuvimos de haber amado y de haber sido amados con tanta plenitud que ahora nos causa un dolor equivalente en forma de ausencia

Tenemos que volvernos vulnerables para amar a otra persona y confiarle nuestro corazón, y eso trae aparejada la perspectiva aterradora de salir heridos

Cuando un ser amado se muere y su muerte es, en algún sentido, imprevista, se sacude tu fe en cualquier certeza que pudieras haber tenido alguna vez. Es

Lo que me resulta muy doloroso es ver a otros mejores amigos vivir su amistad.

Lo que me pasa también es que extraño muchas cosas de ella. Muchas cosas. Mi vida sería mucho más divertida y rica si ella siguiera aquí

Cuando una sociedad en su conjunto no pone a un amigo en el mismo terreno que un cónyuge o un pariente, ¿la pérdida se vuelve más difícil de soportar por la falta de reconocimiento? ¿Es el duelo más aplastante cuando se lo margina? ¿Y qué se hace con el silencio, con el dolor que genera?

mutamos al vivir la vida y al acumular experiencias específicas y únicas. Evolucionamos, crecemos y a veces nos alejamos de las cosas y las personas de las que alguna vez dependimos. Pero así deben ser las cosas.

Que tengamos que distanciarnos es la ley que está por encima de nosotros: ¡por la misma razón deberíamos también volvernos más respetables el uno para el otro! Y así, el recuerdo de nuestra antigua amistad debería volverse más sagrado

Somos dos embarcaciones, cada una de las cuales tiene su meta y su rumbo; nuestros caminos pueden cruzarse y podemos celebrar una fiesta juntos, como antes –y, en ese momento, las buenas embarcaciones reposaron con tanta calma en un mismo puerto y bajo un mismo sol que pudo parecer que habían llegado a su meta y que era la misma–. Pero entonces, la fuerza todopoderosa de nuestras tareas nos separó de nuevo en mares y soles diferentes, y tal vez no volvamos a vernos