Parte del poder editorial pasó a manos de la audiencia y la conversación se contagia desde lo emocional, se trata de compartir cosas que te provocan algo. Eso premia a aquel que pueda comunicarse en ese plano más emocional, no tanto al que prioriza un contenido racional. Favorece al que conecta, aun si lo hace desde la locura, porque esa locura se percibe auténtica. El político racional puede tener razón, pero al no tener un registro emocional, pierde conexión y, por ende, relevancia. Cabe pensar, al mismo tiempo, si a veces esa idea de comunicar solo argumentos racionales no tiene también un condimento de locura y disociación