En el horizonte circular de un solo día, una voz va desplegando, incandescente, el discurso entrecortado de la introspección. Esa voz es vehículo y punto de llegada de todo lo que se dice, de lo que se escribe: hilo trémulo de confesiones, teoría de imágenes que se desarrollan en enredaderas y nudos, laberinto en el que la identidad del hablante parece sumergirse con un gozo cada vez más extraño. Las aguas en las que se hunde ese despliegue discursivo son las de una conciencia que examina obsesivamente las experiencias comunes y excepcionales de una vida vivida, como todas, erráticamente. El día en que eso ocurre está encajado en el centro imposible de una semana metafísica: jueves anclado en esa conciencia de la que se desprende la voz. El discurso toma forma con un ritmo acezante, a veces agónico, enfilado bajo el viento de una urgencia de náufrago, de sobreviviente: es la poesía que da origen, esmalta, dirige con ansia, todas las etapas de esa corriente de palabras. Monólogo, interpelación a una psique imantada por la angustia y la exaltación, Jueves no es nada más una larga hoja de testimonios; es una configuración llena de potencialidades para la poesía de los tiempos recientes: ritual, exorcismo, tentativa de recobrar la vida y el sentido por la vía de una ceremonia poética. El autor, Julio Trujillo, entrega aquí a los lectores una nueva estación de su camino ascendente. David Huerta
