Meditación integral

Esta es la razón por la cual la evolución opera desde el mismo Big Bang, sin tener que esperar, para ponerse en marcha, a la aparición de la vida, de la sexualidad, de los ácidos nucleicos, de las mutaciones azarosas y de la selección natural.

Los fundamentalistas religiosos no aceptan las pruebas de la ciencia (no aceptan la evolución, por ejemplo), sino las verdades que Dios les reveló en la Biblia. Los científicos no aceptan las «verdades» religiosas, a las que consideran meros mitos infantiles. Y los postmodernistas, por su parte, no aceptan unas ni otras, porque las consideran meras construcciones sociales igualmente irreales.

Existe un amplio acuerdo en que las guerras culturales son una batalla entre los valores religiosos tradicionales, los valores científicos modernos y los valores multiculturales postmodernos

Hay un chiste de Gahan Wilson en el que un discípulo Zen dice a su maestro: «No pasa nada», a lo que este, sentado en su cojín de meditación, responde malhumorado: «¡Eso es!». Porque lo cierto es que eso es, precisamente, lo que se supone que tiene que pasar en una sesión concreta de meditación. No se supone que tenga que pasar nada especial. Descanse simplemente en la conciencia-sensación presente. Eso es lo que tiene que ocurrir, esa conciencia es precisamente lo que uno está buscando. El simple hecho de mantener en nuestra conciencia ese sujeto oculto –sus rasgos y sus cualidades distintivas– convierte a ese sujeto en un objeto, y eso es, precisamente, lo único que pretendemos durante este tipo concreto de práctica. Pretender otra cosa no haría sino complicar la práctica.

Recordemos que la jerarquía de necesidades de Maslow va desde las necesidades fisiológicas (niveles 1 y 2) a las necesidades de seguridad, autoprotección y poder (nivel 3), las necesidades conformistas y de pertenencia (nivel 4), las necesidades de autoestima (este nivel, el nivel 5)

el yo, durante el estadio arcaico 1, está identificado con la dimensión sensoriomotora o fisiológica básica. Y, como ese es su sujeto, su yo, ve el mundo como sujeto a través de ese estadio y no puede ver ese estadio como un objeto. No puede verlo, sino solo mirar a través de él. Pero, apenas aparece el siguiente estadio, el estadio mágico-impulsivo, el yo relaja su identidad exclusiva con el estadio arcaico anterior y cambia su yo, su sujeto y su identidad al nuevo estadio, el estadio mágico-impulsivo.

el estadio arcaico fisiológico (infrarrojo), el estadio mágico o impulsivo (magenta), el estadio de los dioses de poder u oportunista (rojo) y el estadio mítico-conformista o fundamentalista (ámbar).

Son personas que han olvidado que no existe prueba científica alguna de la ciencia y que la ciencia no es más que una aproximación –extraordinariamente importante, eso sí– a la realidad y que debe ser abordada de ese modo.

¿Qué aspecto tiene, qué colores, en qué parte del cuerpo se ubica y qué es lo que lo desencadena?

Desde sus mismos inicios, por tanto, el ser humano incluía –es decir, contenía literalmente en su cuerpo– los quarks, las partículas subatómicas, los átomos, las moléculas, las células procariotas, las células eucariotas, los organismos, la bioquímica básica pionera de las plantas, la cuerda neural de los peces y los anfibios, el tallo cerebral de los reptiles, el sistema límbico de los paleomamíferos (como, por ejemplo, los caballos), la corteza de los primates y su culminación misma, el cerebro trino y el neocórtex, el holón más complejo de todo el Kosmos (cuyo número de conexiones sinápticas neurales supera al de las estrellas de todo el universo conocido).