Comprendí que debía desistir de intentar defender modelos de realidad alternativos con las reglas probatorias del cientificismo ortodoxo. Siglos de pensamiento filosófico —admití— han demostrado de múltiples maneras que el cientificismo, el rechazo a contemplar nada que no venga avalado por pruebas empíricas, es extremadamente limitado. Está muy bien para construir puentes y pilotar aviones. Pero la forma en que damos sentido a las cosas no se basa en evidencias: es un constructo social, un sistema socialmente forjado a lo largo de milenios. Y, aunque no nos ayude a construir aviones, puede ayudarnos a decidir si queremos tener otro avión en nuestro mundo y si lo usamos para viajar o para hacer la guerra. Solo una comunidad de personas que crean sentido juntas puede sustentar la objetividad en un auténtico propósito común. El sentido es el modo como los seres humanos desarrollamos un sentimiento más sólido de justicia, nuestra concepción del bien y del mal.[66