Recuerdo un pequeño baile que celebramos en la finca las navidades pasadas: bailó de las ocho hasta las cuatro, sin sentarse una sola vez.
—¿Eso hizo, de veras? —exclamó Marianne, con chispas en los ojos—. ¿Y con elegancia, con espíritu?
—Sí; y a las ocho ya estaba levantado para cabalgar por el soto.
—Así me gusta; así es como un joven debe ser. Sean cuales sean sus intereses, su tenacidad en ellos no debe conocer la moderación, y no dejarle con sensación de cansancio.