Libros
Tom Franklin

Furtivos

«Mi Sur es la zona baja de Alabama, frondosa, verde y llena de muerte, los condados boscosos que se extienden entre los ríos Alabama y Tombigbee», donde las emociones corren con la misma crudeza que el alcohol de destilación ilegal. Diez relatos sobrios y potentes en los que el autor evoca un paisaje de bosques y pantanos, cazadores y pescadores, furtivos y borrachos, parques de caravanas y basura blanca pobre. Personajes perdidos que reaccionan con violencia frente a un mundo agonizante de cuya gravedad no pueden escapar.

«Con esta colección de maridos lamentables, colegas inútiles y matrimonios desgastados, es como si el autor hubiese secuestrado a los personajes de Raymond Carver y los hubiese dejado a su suerte en el Sur Profundo.»
New York Times Book Review
«Gracias a Dios los sureños siguen escribiendo como sureños; ángeles caídos que actualizan las viejas y oscuras costumbres. Franklin es el más reciente de la camada, y uno de los mejores.»
Bob Shacochis
«Los cuentos de Franklin me gustan tanto como la música de Lucinda Williams. Se desarrollan en el Sur, por supuesto, pero componen una nueva canción para el Sur. Poseen una ternura inherente, aunque sean bruscos y duros.»
Richard Ford
«La fuerza de Franklin me tiene impresionado. El poder evocador de su prosa y la implacabilidad de su imaginación me recuerdan a William Faulkner. Su autoridad al representar el mundo natural es deslumbrante.»
Philip Roth

«Furtivos es como una mano que surge del pantano verdoso en una noche sin luna y te tira de la canoa.»
Tampa Tribune
234 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2022
Año de publicación
2022
Editorial
Dirty Works
Traductor
Javier Lucini
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Citas

  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 10 meses
    Un extraño y aterrador consuelo para el resto de sus días.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 10 meses
    de cómo se sentaba Frank en el bosque a la espera de los furtivos, tan inmóvil que las libélulas se le posaban en la nariz y los mosquitos se paseaban por sus ojos. Nadie sabía de dónde provenía, pero Kirxy había oído que de bebé quedó huérfano en un incendio y que una mujer cajún lo encontró medio muerto de hambre en el pantano. Lo crió en las orillas resbalosas de arcilla roja del río Tombigbee, entre negros famélicos que se dedicaban a la caza furtiva y a la destilación ilegal. La gente decía que ni siquiera él mismo sabía la edad que tenía. Y que fue el mejor cazador furtivo de todos los tiempos, el más astuto, el más despiadado. Que una noche en un antro le cortó la garganta a un leñador borracho en una pelea a cuchillo. Que huyó al sur y, aun siendo menor, se alistó en los marines en Mobile y acabó en Corea, en la infantería, donde por su puntería y su sigilo lo utilizaron de francotirador. Antes de abandonar aquel país contaba con más de cien muertes a su espalda, comunistas del otro lado del mundo que jamás lo vieron venir.

    De vuelta en Alabama estuvo varios años desaparecido, luego se presentó un buen día en la oficina del guarda forestal solicitando un trabajo. Hay quien asegura que en aquel intervalo encontró la fe.

    –¿Y por qué crees que tendría que contratarte? –le preguntó el jefe de los guardas forestales.

    –Porque llevo diez años dedicándome a la caza furtiva delante de sus putas narices –le respondió Frank David.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 10 meses
    Tampoco era para ellos el tipo de vida al que la mujer de Kirxy estaba acostumbrada. A veces les tenía miedo. Entornaban mucho los ojos y daba la impresión de que miraban desde dos tajos negros, comían con las manos, no hablaban. Lo que ella ignoraba era que en todos aquellos años de noches mudas en el río y días silenciosos en el bosque habían desarrollado un lenguaje propio, un lenguaje de ojos, de dedos, de movimientos de hombros, de asentimientos con la cabeza.
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