Ruben Gallo

Brasilia es el ejemplo perfecto de lo que el arquitecto holandés Rem Koolhaas ha denominado “la ciudad genérica”: un espacio urbano donde el diseño del urbanista rige todos los aspectos de la vida cotidiana

En 1946, Salvador Novo dio con una posible solución cuando se le pidió que escribiera un libro sobre la capital: esa urbe de rascacielos y bulevares, de Packards y restaurantes que había renacido, como el ave Fénix, de entre los escombros de la Revolución.

Novo dio con una ingeniosa solución: propuso ejercer la ciudad —al igual que un doctor o un abogado lo hace con su profesión—

Ejercer la ciudad de México significaba caminar por sus calles, deambular por sus colonias, explorar sus más recónditos rincones, y para Novo este recurso era el fundamento de cualquier intento de representación urbana.

Ejercer” la ciudad es un proyecto destinado a quedar inconcluso.

Novo “ejerció” la ciudad de México durante años sin lograr recorrerla toda.

Novo narra en Nueva grandeza mexicana: nos ofrece un retrato fragmentario, la crónica de un viaje individual —e incompleto— por las colonias, avenidas y edificios de la ciudad.

Novo nunca tuvo la intención de que la Nueva grandeza abarcara la ciudad en su totalidad

La ciudad se ejerce a través del paseo, y nada impide que en el siglo XX esta práctica —como tantos otros aspectos de la vida moderna— también se modernice: Novo fue uno de los primeros flâneurs motorizados

Marshall Berman, el crítico neoyorquino que, como Novo, fue siempre un ávido flâneur