El cielo era mucho más grande. Lo cubrían las estrellas más brillantes que había visto jamás, y el aire era azul. El jardín estaba lleno de formas y sombras puntiagudas. Pero el cielo estaba iluminado. Las estrellas eran tan brillantes que cuando cerré los ojos permanecieron ahí, tras los párpados, como si mi cuerpo se hubiese tragado un poco de cielo.