En el mundo del teatro argentino -y probablemente latinoamericano también- ella es una institución. Algunos la llaman, simplemente, “La Gambaro”. Figura icónica de la cultura argentina, Griselda Gambaro escribió medio centenar de piezas teatrales, además de una extensa obra de narrativa, poética y ensayística. En su teatro, siempre fue muy fuerte la presencia de las mujeres. Y algunas de sus obras resultaron emblemáticas, como “La malasangre”, “La señora Macbeth” y “Antígona furiosa”. Figuró en las listas negras elaboradas por la dictadura en Argentina y se exilió en Barcelona entre 1977 y 1980. Algunos años después de su llegada al país, Raúl Alfonsin habló sobre la democracia y dijo: “Si fuéramos los maricones de esta etapa argentina, de ninguna manera llegaríamos a la solución que estamos esperando”. Una revista cultural de la época, llamada “Talita”, reprodujo ese discurso. Y de alguna forma lo avaló en un artículo que hablaba sobre la cultura y la democracia. Gambaro les contestó con esta carta, que es un apenas un botón de muestra de la profunda lucidez, que aún hoy conserva a sus 95 años. Lee la actriz Elisa Carricajo.
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Buenos Aires, 20 de enero de 1983.
Señores
Guillermo Lombardía y Carlos Vallina
Revista
Talita
Estimados amigos, cuando leí la frase de Alfonsín, “si fuéramos los maricones de esta etapa argentina, de ninguna marea llegaríamos a la solución que estamos esperando”, me pareció la frase más desdichada que un político con posibilidad de gobernarlos pueda pronunciar. Porque las palabras y su inserción en el discurso político son muy reveladoras. Usar maricones como sinónimo de cobardes, de irresolutos, de malamente comprometidos, denota un pensamiento reaccionario que esa misma sociedad que se pretende cambiar nos inculcó para su propia conveniencia de tener sectores marginados, incluso en el plano de la moral, para sus propios intereses, como en otras sociedades fueron y son los judíos y los negros. Creer que los heterosexuales son superiores a los homosexuales y que la homosexualidad es una enfermedad, un estigma, y supone determinados valores de conducta es no solo esquemático, sino totalitario. Entonces, si la frase de Alfonsín es muy desdichada y doblemente desdichada para un político, que ustedes la repitan dentro de su hermosa nota que es “Cultura y democracia”, anula lo que dicen, ya que en esa nota se habla precisamente de “los culposos de las clases medias que buscan la ‘verdadera cultura’ en la marginalidad, la degradación o la ignorancia”. Usar por sí mismo el mote “maricones” peyorativamente para decir los hombres de la cultura seríamos maricones si solo la esperáramos, es seguir instaurando una cultura en la marginalidad, la degradación o la ignorancia. Si hubo en ustedes una intención de remedio irónico, igualmente me parece equivocada, porque no se hace evidente y el resultado es lo que me permito señalarles. Si disponen de espacio, yo les agradecería publicar esta carta porque me siento parte de Talita y Talita debe aclarar y no confundir.
Afectuosamente
Griselda
Gambaro