Demasiado peinado (María Moreno, en la voz de Hinde Pomeraniec)

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Liquido a mi padre,

pongo precio a las cosas

de la casa volcada en el jardín

y fragmentada

como la que los niños recortan de los libros

y sostienen pegando las aletas blancas.

(Él solía tomar fotos cuarto por cuarto

y revelarlas en la cocina

luego de cambiar la bombita común por una roja

y colocar servilletas en la claraboya

decretando el exilio para mi madre

que recostada en el sofá del living

leía distraídamente una revista

sin poder hacer nada más)

Los vecinos entran con pasos temerosos

no para comprar sino para ver lo que teníamos

y vamos a perder –por favor

no permitan que sus hijos

salten sobre los elásticos de la cama

donde uno después de otro

mi hermano y yo fuimos engendrados.

Todo, absolutamente todo

deberá ser desprendido,

hasta la vieja lata para amarettis

con su claro ojo de camarote,

el mantón de Manila, los sulfuros

y el libro de Rapunzel

de arandelas doradas.

Mi padre recoge una manta de hilo

y enjuga su cara blanda de muñeco de nieve,

parte a la bancarrota sentado en una silla

y una cámara colgando del pescuezo

mientras escucha paciente

llover mi voz en la mentirosa,

nunca olvidada adulación femenina

por el poder de su canto en la sinagoga

que hacía temblar los flecos del toldito,

cómo sobrevivió a la depresión con sus ahorros

y el día en que una mujer escondida tras el cedro

miró si en el garaje estaba su automóvil

y luego se fue a esperarlo del otro lado de la calle

desde donde él vino –dijo mi madre radiante pero herida–

“demasiado peinado”.

La expresión “demasiado peinado” lo hace sonreír

y levanta la cámara.

Comprende que ahora todo será mucho más corto

–lo único seguro es el próximo instante­–,

por eso utiliza una polaroid

y dispara

a las magnolias caídas junto al tronco

arrugadas y húmedas como pañuelos de despedida.
0:02:07
Año de publicación
2021
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