Claramente, el afecto es una emoción, pero también es mucho más que eso. Una de las decisiones clave a las que te enfrentas en cada encuentro es la de acercarte o evitar. Puedes intentar conectar con las personas o retirarte de ellas. Puedes absorberte en el trabajo del día, o puedes perder el tiempo. Puedes acercarte a cualquier persona, lugar o cosa con el objetivo de conectar, o puedes permanecer distante.
La decisión de conectar es el núcleo del afecto. Cada día te ves obligado a tomar decisiones de conexión. Con tus acciones eliges con qué asociarte y qué anular. Si deseas crecer conscientemente, debes elegir intencionadamente qué conexiones vas a fortalecer y cuáles vas a dejar que se suavicen.
Estas selecciones deciden en última instancia la forma de tu vida. A largo plazo, tu vida se convierte en una expresión de aquello con lo que decides conectar más a menudo.