La vida de Marcial Lisón quedó marcada desde el mismo momento en el que el Asesino del café puso un pie en la ciudad de Cartagena. Conocer su identidad, dieciocho años después, lejos de haber supuesto un alivio para el inspector, hizo que descubriese que su pasado descansa sobre una mentira con la que es difícil convivir. Desde entonces, Sola, un galgo recogido junto a unos contenedores de basura, se ha convertido en su única familia. Su carácter hosco y alejado de lo políticamente correcto tampoco le ha permitido granjear grandes amistades; más allá de la de Zoe Ochoa, su compañera, y Sasha, una prostituta rumana con la que comparte algo más que sexo.
Despertar en el interior de su coche, frente al edificio de Sasha, sin recordar cómo ha llegado hasta allí, y descubrir que la han asesinado, solo será el comienzo de una vorágine autodestructiva que alcanzará su cénit cuando Marcial compruebe que Zoe lo ha traicionado.
Pero ¿por qué no recuerda nada de esa noche?
¿Cómo gestionar una investigación en la que las evidencias se empeñan en convertirlo a él en el principal sospechoso?
Estos interrogantes sumirán la existencia de Marcial Lisón en una ingobernable zozobra en la que estabilizar su vida y demostrar su inocencia se convertirán en su verdadera obsesión.