Plantada sobre el terraplén antiinundaciones, la mirada fija en la corriente, descubrí que –pese a todos los peligrossiempre sería mejor lo que se movía que lo estático, que sería más noble el cambio que la quietud, que lo estático estaba condenado a desmoronarse, degenerar y acabar reducido a la nada; lo móvil, en cambio, duraría incluso toda la eternidad.