Adán siguió deslizándose hacia su versión dormida. Me la había descrito de varias formas; no soñaba, «vagaba». Ordenaba y reorganizaba sus archivos, reclasificaba sus recuerdos (de los más recientes a los más antiguos), representaba conflictos internos con disfraces diversos, normalmente sin resolverlos, rescataba viejos materiales para remozarlos y se movía, como dijo en una ocasión, como en un trance por el jardín de sus pensamientos.