Lo que allí se proponía, ciertamente, era que el lenguaje ordinario no es lógico, pero esto no quería decir que fuese absurdo o contradictorio, sino que es ilógico o paradójico. Dicho de otra manera: el lenguaje ordinario tiene la virtud de transformar las ceñudas contradicciones de la lógica en divertidas paradojas en la ilógica