Tienes un odio a flor de alma,
—más que de piel, de entraña—,
si alma es lo que guardas en el polvo
del bulto de tu cuerpo,
eso que escapa poco a poco
entre la coladera,
junto al lodo del trapeador,
los pelos sueltos en la tina,
y una familia entera de hormiguitas
que hacían el mandado entre las sobras
del bolso del mercado.