Comprendí que una manera eficaz de pertenecer era quedarse callado. Entendí o empecé a entender que las noticias ocultaban la realidad, y que yo era parte de una multitud conformista y neutralizada por la televisión. Mi idea del sufrimiento era ahora la imagen de un niño que teme que asesinen a sus padres, o que creció sin conocerlos más que en unas pocas fotografías en blanco y negro. Aunque yo hacía todo lo posible por apartarme de mis padres, perderlos era para mí la situación más desoladora imaginable.