Como un inmenso abrazo que primero te impacta para después llenarte de ternura y del que ya no se puede salir, te acompaña uniéndose a tu propia vida y que no puede ser deshecho ni por la noche ni por el sueño ni por la oscuridad ni por la luz ni por la belleza y, menos aún, por la tristeza. Y así, en ese abrazo permanente, respirar el mismo aire y sentir el