En general podemos concluir que una persona, también el sacerdote, está en camino de madurez si concurren a la vez tres aspectos:
Uno: que sea consciente de donde radica su problema y sus motivos.
Dos: que la persona experimente su debilidad afectivo-sexual como ego-aliena y no como ego-sintónica, vale decir, que la sienta como algo extraño con lo que no se identifica, ni expresa su ideal, sino como algo que, justamente lo ‘aliena’ de sí y de lo que quisiera ser. En lenguaje del P. Cencini, la debilidad afectivo-sexual ego-sintónica, es algo que se desea. Incluso la así llamada ‘transgresión débil’ tiene que ver con esta ego-sintonía frente a la propia debilidad sexual que, a la postre, no da ni la más mínima importancia a la falta de fidelidad en sus diversas expresiones.
Tres: que se tenga libertad para controlar estas debilidades, ya sea porque cada vez se cae menos en ellas, o porque cada vez generan menos problemas en su vida y le permiten cumplir normalmente sus obligaciones.
Luisa M. Saffiotti presenta en ese escrito los obstáculos para la prevención de conflictos afectivos y sexuales (y la educación sobre ellos) y