Mily Sietecompartió una citahace 4 años
Esta técnica de «poner un nombre para domarlo» es igual de eficaz con los niños mayores. Laura, una madre conocida nuestra, la usó con su hijo Jack, que a los diez años había sufrido un pequeño (pero traumático) accidente en bicicleta y cada vez que pensaba en coger la bicicleta se ponía muy nervioso. Veamos cómo lo ayudó Laura a contar lo que pasó para que él pudiera empezar a entender lo que le sucedía por dentro:

Laura: ¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando te caíste?

Jack: Estaba mirándote mientras cruzábamos la calle. Y no vi la rejilla de la alcantarilla.

Laura: ¿Y entonces qué pasó?

Jack: La rueda se quedó atascada y la bici se inclinó hacia un lado y se me cayó encima.

Laura: Y eso te asustó, ¿verdad?

Jack: Sí, no sabía qué hacer… Es que me caí en medio de la calle, y no sabía qué pasaba.

Laura: Eso debió de ser espantoso, que te ocurra algo así tan inesperadamente. ¿Te acuerdas de lo que pasó después?

Laura a continuación ayudó a Jack a contar todo lo que pasó. Juntos comentaron que, al final, Jack superó el mal trago con unas cuantas lágrimas, palabras de consuelo, tiritas y la reparación de la bicicleta. De ahí pasaron a hablar de la necesidad de estar atentos a las rejillas de las alcantarillas y al tráfico que viene de frente, lo que ayudó a Jack a liberarse de algunos de sus sentimientos de impotencia.

Obviamente, los detalles de una conversación como ésta variarán según la situación. Pero cabe señalar la manera en que Laura sonsacó la historia a su hijo, dejándolo desempeñar un papel activo en el proceso de la narración. Ella actuó básicamente como una facilitadora, ayudando a poner en orden los detalles de lo ocurrido. Así es cómo las historias nos permiten avanzar y dominar los momentos en que sentimos que no controlamos la situación. Cuando podemos expresar con palabras las experiencias que nos
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