Había una vez un hombre hecho enteramente de trapos: su cabeza era una bola de paños de cocina; su pelo, jirones de toalla, algunos negros, otros amarillos; su ropa era como una cascada de tozos de tela de todos los colores, diseños, tamaños y formas; sus manos y pies eran fragmentos de lienzo rígido; sus ojos, retales de seda azul brillante; su boca era una media luna de terciopelo escarlata, abierta hacia arriba en una sonrisa permanente.