Paulina Saldañacompartió una citahace 8 años
pronto tu hijo te agarra la chaqueta y dice, «Papi, están diciendo mi nombre». Antes que puedas reaccionar se están llevando a tu hijo y gritas. «Esperen. ¡Un momento!» les dices, corriendo tras ellos. « ¡Ese es mi hijo!«

«No se preocupe» contestan. «Creemos que él tiene el tipo de sangre adecuado. Solo necesitamos hacer una prueba más para asegurarnos que no tiene el virus».

Después de cinco largos minutos, regresan los doctores y enfermeras, llorando y abrazándose entre ellos; algunos hasta riendo. Es la primera vez que ves a alguien sonreír en semanas. El doctor de mayor edad se les acerca a ti y a tu esposa y les dice, «Gracias. La sangre de su hijo es perfecta. Está limpia, está pura, no tiene la enfermedad y podemos utilizarla para hacer la vacuna».

La noticia corre por todo el parqueadero del hospital. La gente grita y llora de felicidad. Mientras escuchas a la multitud festejar alborozada, el médico de cabello grisáceo los llama a ti y a tu esposa y les dice, «Quiero hablar con ustedes. No pensábamos que el donante sería un niño y … necesitamos que nos firmen una autorización para usar su sangre».

El doctor te entrega el documento y rápidamente empiezas a firmarlo cuando te percatas de algo. El campo para el número de unidades de sangre está vacío.

« ¿Cuántas unidades?» preguntas. En ese momento la sonrisa del doctor desaparece y contesta, «No pensábamos que sería un niño. No estábamos preparados para este caso».

« ¿Cuántas unidades?», vuelves a preguntar. El doctor aparta la mirada y dice amargamente, « ¡La necesitamos toda!»

«No entiendo. ¿Qué quiere decir con que la necesitan toda? « ¡Ãl es mi único hijo!»

El doctor te toma de los hombros, te acerca, te mira directo a los ojos y dice, «Usted no entiende, estamos hablando de la cura para todo el mundo. Por favor, firme la autorización, la necesitamos toda».

Tu preguntas, « ¿Pero no pueden hacerle una transfusión?»

«Si tuviéramos sangre limpia lo haríamos, pero no la tenemos. Por favor, firme la autorización».

¿Qué harías?

En un silencio y sin poder sentir los dedos que sostienen el bolígrafo en la mano, firmas porque sabes que es lo único que puedes ha
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