El asunto de esta novela es tan simple como su estructura y su lenguaje: se trata de una sencilla historia de amor. Solo que escribir una sencilla historia de amor en aquellos albores de la década de 1980 era ya de por sí una toma de posiciones respecto a la literatura, la sociedad y la política, que aun exigían —con voces que cada vez escuchábamos menos— la creación de un arte combativo y politizado, como correspondía a las exigencias de un socialismo en auge. Mi actitud y la de muchos de mis colegas narradores y poetas, fue huir silenciosamente de esos reclamos y comenzar a escribir de nosotros mismos, sin intenciones de politizar abiertamente nuestro trabajo y, a la vez, con la pretensión de dejar constancia de lo que éramos o queríamos ser, al menos en aquellos momentos.