comencé a ser torturado por ansias y angustias, como si Edward Hyde se debatiera en busca de libertad, hasta que, por fin, en un momento de debilidad moral, una vez más preparé y apuré la poción que debía transformarme.
No creo que un borracho cuando razona consigo acerca de su vicio, tenga conciencia de los peligros a que lo expone su embrutecedora insensibilidad física; de la misma manera, por mucho que hubiera pensado en mi posición, dedicado el tiempo suficiente a considerar la absoluta insensibilidad moral y la insensata disposición para el mal que eran las características principales de Edward Hyde. Sin embargo, fue a través de éstas que recibí mi castigo. El encierro de mi demonio había sido prolongado, así que abandonó rugiente la prisión.
Relación con el alcoholismo