Mily Sietecompartió una citahace 4 años
me crié en una familia de militares. ¡Huelga decir que no soy muy tocona y sensiblera! Soy veterinaria y estoy acostumbrada a resolver problemas, cosa que no me es de mucha ayuda en el campo de la empatía.

Cuando mi hijo lloraba o se llevaba un disgusto, yo intentaba tranquilizarlo para ayudarlo a resolver el problema. Eso no servía de nada y a menudo exacerbaba el llanto, así que lo dejaba solo y esperaba a que se calmara.

Hace poco descubrí que primero debía intentar conectar el cerebro derecho con el cerebro derecho, lo cual era una idea totalmente nueva para mí. Ahora abrazo a mi hijo, lo escucho e incluso intento ayudarlo a contar lo que le pasó, usando los cerebros derecho e izquierdo a la vez. Después hablamos de la conducta o solucionamos el problema. Ahora intento recordar que primero debo conectar y luego solucionar.

Requirió cierta práctica, pero cuando me relacionaba con mi hijo primero en el plano emocional, usando mi cerebro derecho, junto con el izquierdo, en lugar de usar sólo el izquierdo, todo lo demás iba como la seda, y nuestra relación en general también mejoró.

Esta madre comprendió que al pasar por alto partes de su propio cerebro derecho, estaba perdiéndose oportunidades importantes de conectar con su hijo y de favorecer el desarrollo del cerebro derecho del niño.

Una de las mejores maneras de promover la integración en nuestros hijos es estando más integrados nosotros mismos. (Hablaremos de esto más detenidamente en el Capítulo 6, al explicar las neuronas espejo.) Cuando los cerebros izquierdo y derecho están integrados, podemos abordar la paternidad desde una posición racional, sólida, la del cerebro izquierdo –una posición que nos permite tomar decisiones importantes, resolver problemas e imponer límites–, y también desde una posición conectada emocionalmente, la del cerebro derecho, en la que somos conscientes de los sentimientos y las sensacio‍
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