Seguimos sin conformarnos con observar, esperar, deliberar y comprender antes de decidir; bien al contrario, con cada nuevo puñado de sucesos o apariciones, nos sentimos obligados a elaborar de inmediato un ordenamiento de leyes y razones, y demostrar, con certeza matemática, las propiedades de una quimera, y la vida y belleza sublimes... de una mentira.