Nos enseñaban que era posible describir el mundo e, incluso, explicarlo mediante respuestas sencillas a preguntas inteligentes. Que en esencia era inerte y exánime, que lo regían leyes bastante simples que debían ser explicadas y presentadas, mejor con ayuda de diagramas. Nos exigían experimentos. Formular hipótesis. Verificaciones. Se nos introducía en los arcanos de la estadística, creyendo que con su ayuda se podía describir a la perfección todas las reglas que gobernaban el mundo: que un noventa por cien era más relevante que un cinco por cien.