Uno de los grandes desafíos del liderazgo es hacer que la visión pegue. La visión no posee demasiado adhesivo. No importa cuán claramente uno crea haberla definido, ni el compromiso que haya asumido para repetirla una y otra vez, inevitablemente alguien formulará una pregunta o hará una sugerencia que nos conducirá a pensar: «Pero, ¿dónde has estado? ¿No has prestado atención a lo que he dicho?»