Ahora tenía que arreglárselas sola, vivía con dureza, normas, castigos y, de vez en cuando, la absolución divina. Ella solo quería un poco de cariño. ¿Era eso pecado y tenía que confesarlo? Ese secreto, ¿le pesaría algún día demasiado para darle paz a su alma? Quizá, pensó en silencio. Pero quizá no. No le confesaría al cura que quería amor en su vida. No ese día. Y seguramente ningún otro día.