Entonces Ana comprendió, y de repente todo lo que le había parecido un hermoso cuento había terminado. Ella sabía que en invierno los ratones y los lemmings vivían entre arbustos y maleza, debajo de suaves edredones de nieve en la montaña. Pero cuando no había suaves edredones de nieve, la supervivencia ya no resultaba fácil a los lemmings y ratones.