Dicho de otro modo, para amar, los hombres necesitan hacer el amor. Para hacer el amor, las mujeres necesitan primero amar. O más exactamente, crear una complicidad, una connivencia amorosa o sexual. Si uno no se esfuerza en ir hacia el otro, la sexualidad puede convertirse en el objeto de todos los conflictos: una fuente de frustración o de dominación para los hombres, un medio de castigo soñado para las mujeres.