Así pues, ¿cómo escapas de las muchas prisiones de la vida? Fácil. Basta cambiar la percepción de la situación y «querer estar allí». Incluso en San Quintín, o en lo que más se le parezca –por ejemplo, mi monasterio–, cuando quieres estar allí, ya no es una prisión para ti
En ese caso, es relativo, suponiendo que alguien trabaja ahí por necesidad, incluso hasta en eso se puede abogar porque el trabajo le proporcionará los ingresos indistintamente