En la época del Nuevo Testamento el ayuno era un canal de poder. A medida que la espiritualidad menguaba y la mundanalidad florecía en las iglesias el poder y los dones del Espíritu fueron desapareciendo.
Con la pérdida del poder interior, los hombres tuvieron que aferrarse tan sólo a lo que les quedaba: la forma externa. Se dio más y más énfasis a actos externos tales como el ayuno, aunque carente del espíritu interior que solamente podría darle valor. El asceticismo llegó a ser una señal de piedad y espiritualidad. Las palabras de Pablo sobre la “apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”, 2 Timoteo 3:5, se cumplían.