Ante tal panorama, ni corto ni perezoso les confieso a mis dos sujetas particulares que yo había aterrizado en aquel lugar para charlar un rato y para tomar una copa con mis amigos. Dicho lo cual las individuas se levantaron de mis costados y, sin mediar palabra, se dirigieron a otros miembros del grupo, tal vez con la sana intención de “probar fortuna”, pues evidentemente no debieron ver conmigo la más mínima posibilidad de hacer negocio esa tarde.