No estaba segura de por qué me había resistido a ponerme las baratijas con las que había intentado adornarme; quizá se trataba de un mero disgusto hacia lo recargado. O tal vez era una sutil objeción a que me convirtieran en un objeto, me adornaran y me exhibieran para los propósitos de Yocasta. En cualquier caso, me había negado. No llevaba más adorno que mi anillo de boda, un pequeño par de pendientes de perlas y una cinta de terciopelo verde alrededor del cuello.
La mitad de este párrafo es completamente irrelevante: uy, Claire es una mujer avanzada para aquel tiempo. Gracias por decirme. Casi no lo noto.