Si nuestro mundo fuera una bola de cristal con nieve, habría sido el día en que un dios distraído pasó por allí, la agitó con fuerza y la dejó donde estaba. Incluso después de que la espuma y los copos se depositaran en el fondo, las cosas no volvieron a ser como antes. No del todo. Aunque, a través del cristal, nada parecía haber cambiado, en el interior todo era distinto.