Mordimos el anzuelo de Mefisto. Caímos en la trampa de discutir sin control. Se usaron dos palabras que deben estar prohibidas en nuestros diálogos. Las palabras: “siempre” y “nunca”. Cuando se usan se miente y la difamación abre la puerta de entrada a la ira. Es mentira absoluta que uno de los cónyuges “nunca” o “siempre” haga algo.