Solo tocaba la entrada de mi sexo. Movía el cuerpo y su miembro me experimentaba y desaparecía. Gemí instintivamente. Eran gemidos con los que imploraba y mostraba el placer que sentía por la expectativa de lo que venía. Nos quedamos así durante unos segundos. Probando, saboreando y retrasando el momento: una deliciosa tortura