Durante diecisiete siglos se había mantenido intacta la teoría ptolemaica de que la Tierra era el centro del sistema planetario, hasta que Copérnico en el siglo XVI propuso que el centro era el Sol, mientras que los planetas, la Tierra entre ellos, giraban en torno suyo en órbitas circulares. Kepler en el siglo XVII propuso que esas órbitas, en lugar de ser circulares, fuesen elípticas, colocando al Sol en uno de sus focos. De esa manera se explicaban fenómenos como la diferente velocidad de los planetas, más rápidos cuanto más próximos al Sol, más lentos cuanto más alejados.