Un perro habitual, uno cualquiera,
siempre estará dispuesto a transformarse en payaso,
y lejos de mostrar su mucho orgullo
ni le importa ser humillado.
Si quieres que sea tuyo
con dos caricias ya te lo has ganado.
Si le tocas el lomo o le coges la pata
da brincos de alegría en el acto,
y está tan encantado de darte bien la lata